Cuando el guerrero llega al borde del abismo de la muerte, salta en él en posición de combate.
El bailarín se arroja con paso de baile.
El místico, en postura meditativa. El tonto tropieza y cae.
Es curioso loque hace el elegante: antes de caer, se da vuelta y saluda. Ninguna moral -es decir, un arbitrario código de costumbres determinado por las epocales conveniencias de quienes detentan el poder- justifica valorativamente la existencia humana. Ni siquiera la ética -en cualquier caso, una visión superior a la moral, ya que nace de una elección y de un esfuerzo voluntario por solidarizarse con los sufrimientos de los prójimos- puede ser mencionada como una cualidad del ser, ya que tal ética nunca es espontánea. Tampoco la belleza puede ser sustento ontológico porque, como decía Rilke, sólo es el cobertor que tapa el horror de la existencia. Sólo el estilo innato de las presencias puede ser considerado una manifestación propia del ser antes de que resulte condicionado por la experiencia social.
A este sello precultural del ser lo denominamos elegancia.
¿Sos elegante?
Es difícil reconocer las manifestaciones de la elegancia del ser, ya que existen versiones apócrifas que la suelen imitar: el psicópata seductor que obsequia amabilidad para rapiñar afecto, pasión o futuro; los astutos modales del comerciante que acaricia tu dignidad para vaciar tu alacena; la elocuencia del hábil hablador que hipnotiza con su discurso para imponer sus designios .En todo caso, en la vida cotidiana resulta más fácil definir laelegancia por defecto:
Es difícil reconocer las manifestaciones de la elegancia del ser, ya que existen versiones apócrifas que la suelen imitar: el psicópata seductor que obsequia amabilidad para rapiñar afecto, pasión o futuro; los astutos modales del comerciante que acaricia tu dignidad para vaciar tu alacena; la elocuencia del hábil hablador que hipnotiza con su discurso para imponer sus designios .En todo caso, en la vida cotidiana resulta más fácil definir laelegancia por defecto:
a)
No son elegantes las conversaciones que excluyan a terceros.
No son elegantes las conversaciones que excluyan a terceros.
Tanto las anécdotas como las teorías que se mencionan en una charla deben ser comprensibles para todos los participantes. Si una presencia obliga a bajar el nivel de la charla o cambiar de tema, es necesario preguntarse el motivo por el cual tal presencia está allí, y qué responsabilidad nos cabe. Los elegantes mantienen un estado de copresencia mental que incluye de una u otra manera a todos los participantes del evento. Sentí la comodidad o incomodidad d elos asistentes: sin sensibilización no hay elegancia.
b)El que habla rara vez es elegante.
Tampoco lo es el que oye, sino el que escucha. El que oye espera el final de tu frase para ensartar la suya. El que escucha, en cambio, intenta enriquecer la riqueza de tu relato si de eso se trata, o de encontrar puertas de salida a los conflictos que tus palabras enuncian, si tal caso fuera.
c)
De los que hablan, es elegante el que habla de lo que a vos teinteresa y no de sí mismo y sus creencias.
Y más lo es aún el que no se refiere ni a vos ni a él sino al extraño mundo que nos rodea.
c)
De los que hablan, es elegante el que habla de lo que a vos teinteresa y no de sí mismo y sus creencias.
Y más lo es aún el que no se refiere ni a vos ni a él sino al extraño mundo que nos rodea.
d)Excepto en el caso explícito de solicitar un SOS, no es eleganteexpresar el sufrimiento.
El padecer, como toda peste, es contagioso y su vía de inoculación son los gestos y las palabras. Pero mucho menos elegante resulta desatender las señales de sufrimiento que emiten quienes nos rodean. Si soy tu amigo no te enterás de mi sufrir pero, si soy tu amigo, me entero siempre del tuyo.
El padecer, como toda peste, es contagioso y su vía de inoculación son los gestos y las palabras. Pero mucho menos elegante resulta desatender las señales de sufrimiento que emiten quienes nos rodean. Si soy tu amigo no te enterás de mi sufrir pero, si soy tu amigo, me entero siempre del tuyo.
En el famoso panteón de la mitología egipcia, habitado por cuarenta y dos dioses, Neith era la diosa menos conocida. Ella jamás participaba de los debates en los que los dioses discutían durante milenios la destrucción absoluta de todos los cosmos o la creación de otros nuevos. Ni siquiera escuchaba las polémicas de las que después surgirían las eternas guerras que se desarrollaban en cada átomo y en cada pulga. Mientras todo esto sucedía, Neith diseñaba unos arcoiris sobre los gestos de fiereza, dibujaba sonrisas sobre las amargas expresiones: era la diosa de la armonía, la decoradora del gran teatro donde un eterno libreto es estudiado por las especies vivas desde hace millones de años. Este es un mundo habitado por pasajeros de distintas pesadillas, por mestizos cruzados entre dioses y monos, por los autómatas fabricados en las distintas industrias de la cultura, frankensteins y marysteins construidos con palabras muertas, locos peligrosos armados de sabiduría, insensatas existencias que entregan el brillode su ser a cambio de una propina mensual . Un mundo donde, además, hay duendes y brujas y piratas; un mundo que ya no puede huir a esa edad de oro que jamás se atrevió a vivir. En tal mundo, la elegancia es el camino que hace el beso antes de llegar a tu boca. Ese conmovedor vuelo que hacen dos almas que jamás podrán encontrarse porque al intentarlo se han despedido para siempre. La elegancia también necesita de esa navaja afilada que sos vos, dispuesto a cortar la cartulina congelada de esa mirada muerta que te persigue. Pero siempre se escucha. Es una melodía. No es el viento sobre los árboles. El árbol es el violín y el viento su ejecutor. No son pasos subiendo la escalera. Es un tambor. No son palabras, es el canto de una flauta.
Es una gran banda tocando a toda hora, en todo lugar. Y sólo el silencio del cosmos nos escucha